“Un siniestro
pueblo oculto entre las sombras. Un joven solitario que no es lo que aparenta
con relaciones imposibles de concebir. En el pequeño distrito Alemán de
Moonsville no parece ocurrir nada, pero en sus ruinas se ocultan grandes
secretos.”
El Portador escrita por Alex Hernández
Hay cantidad
de cosas que profesamos saber sobre los licántropos: transformaciones bajo la
luna llena, marcas en la piel que los delatan, alergia mortal a la plata... a
pesar de ser características universalmente aceptadas, tales restricciones no
existían hasta el lanzamiento del clásico "El Hombre Lobo"
protagonizada por Lon Chaney Jr. Supongo que Hollywood necesitaba una manera de
detener a una bestia que según el folklore es básicamente imposible de
restringir.
Durante la Edad Oscura y hasta el mediano Renacimiento existió un
histerismo que giraba en torno a los hombres lobo que reduce cualquier ataque
de “Team Jacob fangirls” a nada. De hecho, hay más documentación de casos
de licantropía durante la inquisición europea que lo que hay de las brujas, las
cuales se consideran las niñas modelo de tal periodo.
Lo que me lleva a pensar… aquí hay de todo para construir una historia
perfecta.
Han sido reyes tocados de maldiciones, guerreros, terribles terratenientes,
sabios, héroes y bestias de la peor calaña, acompañando la fuerza bruta con
inteligencia fría. Por ende, los hombres lobo merecen quitarnos el sueño por
razones más allá de despojarse de su camisa.
Queda
establecido entonces que cuando me lanzo a buscar historias, tiendo a alinearme
con aquellas que vayan más allá de la fantasía trillada y el repetitivo aullido
a la desentendida luna.
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A primera
instancia parece ser una narrativa dedicada a revisar aspectos de la vida del
protagonista. Alexander Branderburg es un joven (al menos en apariencia, pues
su experiencia de vida abarca un siglo) que se acerca a la comunidad de
Moonsville con el propósito de unirse a su manada de origen y saldar una deuda
de vida que tiene al pendiente con el alfa de la misma; una misteriosa y
poderosa mujer a quien en un principio solo se refieren como “Ella”.
La vida de
Alexander se ve complicada al verse implicado de manera circunstancial en el
asesinato de una mujer local, la profesora Ximena Hargrove, con la cual el
joven tenía una conexión sentimental. El asesinato, plagado de indicios
ritualistas que hablan de un asesino poco común, provoca que Alexander sospeche
de miembros de su propia manada.
Su investigación
ha de develar más de un secreto, conectarle con un personaje que ha de cambiar
su destino y le lleva a la posibilidad de resolver un acertijo perdido en el
tiempo, cuya respuesta puede librarle, no solo de su condición licantrópica, la
cual Alex considera un maldición, si no de su deuda de vida para con la manada.
Decir más sería
estropear la trama. Les dejo con lo siguiente. Ya he cubierto la fase de fantasía
y misterio. Las escenas de horror, aunque escasas, son escalofriantes.
Alexander hace muy buen uso de los “espacios en blanco”, ese recurso donde las
descripciones se hacen a medias y la audiencia se ve forzada a participar y
adentrarse en la escena hasta dar con el inevitable y gráfico acontecer en el
desenlace. Jamás olvidarán las “noches
de cacería”, eventos mensuales en donde la manada caza acorde al comportamiento
esperado de los lobos, marcando y acechando una presa hasta darle muerte.
En fin, a
aquellos que gustan de su fantasía marcada por matices oscuros, su romance no
necesariamente con tonalidades rosa y su misterio bien engranado en la trama, El
Portador es la elección perfecta. El libro, cuya portada aparece en esta reseña,
estará pronto disponible para la venta tanto en papel como en formato digital.
Les mantendremos informados sobre la fecha de lanzamiento.
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